miércoles, 19 de septiembre de 2007

Le dijo:

- Te curarás. Estarás bien, ya lo verás.

La abrazó fuertemente y agazapada, en medio de la oscuridad que reinaba en ese cuarto, soltó algunas lágrimas mientras pensaba en la gran mentira que había dicho.
Sí, lo sabía, sabía que no era cierto, no se curaría pronto. Tal vez nunca se llegaría a curar.
Lo que más le dolió fue el saber de los agudos dolores que ella experimentaba. Verla llorar de dolor era la cosa más triste del mundo. Saber que no podía hacer nada para aliviarla, verse a sí misma tan impotente le provocaba nauseas, nauseas, nauseas, nauseas, nauseas, nauseas...

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