domingo, 21 de febrero de 2010

Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.

(esto de los caballos me recuerda a cierto relato)

Cortázar

lunes, 1 de febrero de 2010

Y la Reina Roja grita su “que le corten la cabeza”.

Leí que la reina roja siempre estaba molesta y que siempre mandaba a cortarle la cabeza a la gente.

Yo mandaría que a ellos les corten la cabeza, luego me las quedaría como cabezas trofeo y me sentaría en mi trono rodeada por ellas -serían unas cabezas hermosas sin duda- y les leería mis versos favoritos de mis poetas secuestrados y presos en mis mazmorras.

La muerte, mis queridos amigos, es algo que uno desea: Thánatos, la pulsión de la muerte. La presencia después de la muerte es algo que les obsequiaré. Les obsequiaré más, les daré mi reino. Más, mi vida hasta mi muerte. Más, mi alma después de mi muerte.